jueves, 21 de junio de 2012

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Y llegas a ese punto en el que todo ha perdido su sentido, o quizás, te das cuenta que nunca lo tuvo. Miras ahí fuera y dices, "¿Qué pinto yo aquí? ¿De verdad hago falta?".  
Pero nunca obtienes respuestas, nunca, a nada. 
Todos dicen que te quieren, sí. Pero, ¿Cuántos lo dicen sinceramente?. Nunca llegarás a saberlo. Jamás.
Ya, ni siquiera tienes ganas de seguir adelante. Ya no quedan fuerzas. Intentas sonreír, pero ya es imposible. 
Todo empeora cuando llegas a tu habitación, cierras la puerta y le das al play. La música, sí, esa que siempre consigue sacar tus sentimientos más ocultos, la que al final siempre te hace llorar, esa es la única que te ayuda. No te queda nadie más. Nadie que pueda comprender, los sentimientos de una adolescente de 15 años. 
Porque para la mayoría, tan solo son eso "simples problemas de adolescentes". Y no lo niego, quizás dentro de unos años, a mi también me lo parezcan. ¿Pero ahora? Ahora, no me dejan ser feliz. 
¿Ves? No todo es tan fácil como parece. Esa sonrisa que siempre llevo a cuestas, no es más que una mascara a miles de lágrimas. Esas lágrimas que solo sé de su existencia yo. Ellas mismas, fueron justo las que un día, se llevaron las sonrisas más verdaderas. Es irónico sí. 
Pero, ¿De qué sirve quejarse?. De nada, lo puedo asegurar. Las cosas cambian, poco a poco. Nunca como nosotros deseamos. Pero ¿Y qué?. Nadie dijo que la vida fuera fácil. Al contrario. O quizás sí, todo depende de como tú quieras afrontarla.